lunes, 13 de diciembre de 2010

LOS CRISTIANOS Y LAS REFORMAS ECONÓMICAS

Comunicado de la HOAC d'Elx ante las movilizaciones convocadas por los sindicatos
Ante la falta de rectificación por parte del Gobierno Español en las reformas emprendidas para equilibrar las cuentas del estado, los sindicatos convocantes de la última huelga general del 29 septiembre, han convocado una concentración de protesta el próximo miércoles 15 de diciembre y una manifestación el sábado 18 en las principales ciudades valencianas.
La HOAC  (Hermandad Obrera de Acción Católica) d’Elx se suma a estas movilizaciones y anima a la ciudadanía a participar en ellas, como también lo hizo en la pasada huelga general. Y los motivos son muy evidentes.
En primer lugar, porque todas las medidas que se están tomando en todos los países de la Unión Europea son semejantes, independientemente del partido gobernante. Esta manera de hacer las cosas, da a entender que no hay otra salida a la crisis. Ya nadie se acuerda de quién o quiénes la provocaron. Banqueros y especuladores han quedado indemnes. Todos los recortes van dirigidos a los trabajadores, ya sean públicos o privados. Primero fueron los funcionarios, la ayuda por maternidad, el IVA y el abaratamiento del despido. Ahora, sin aumentar la contratación, con un paro estabilizado en el 23% en nuestra comunidad, con la misma proporción de contratos precarios que antes de la reforma laboral, le toca el turno a la edad de jubilación, a los convenios colectivos, a los parados sin subsidio que van a perder los escasos 426 euros que tenían para comer. Desde nuestra opción preferencial por los pobres, al estilo de Jesús de Nazaret, necesariamente tenemos que solidarizarnos con las víctimas de todas las reformas aprobadas y las que se están preparando para los próximos meses.
En segundo lugar, porque desde todos los ámbitos, se ha desprestigiado a los sindicatos y a los trabajadores públicos, con difamaciones y calumnias de todo tipo. No es de recibo ensañarse con el eslabón más débil de la cadena y olvidarse de los especuladores  que se enriquecieron en los años de bonanza y no hacen nada por desatascar la situación actual de parálisis económica. Desde nuestra opción como cristianos por la clase trabajadora y por aquellos que dan la cara por defender a los trabajadores, gracias a los cuales tenemos hoy ciertos derechos laborales, no podemos hacer más que solidarizarnos con estas convocatorias.
En tercer lugar, porque para nivelar las cuentas del Estado, no vemos ninguna medida que vaya dirigida a aumentar la aportación al presupuesto por parte de los que más tienen. Al contrario, se impone la tesis neoliberal de que hay que dar facilidades al capital para que cree puestos de trabajo. Es cierto que las reformas emprendidas son similares en toda Europa, pero no es menos cierto que la mayoría de países de la Unión tienen un sistema fiscal mucho más solidario que el nuestro. Nosotros con una de las tasas más bajas de trabajadores públicos, uno de los IVA más bajos, una menor presión fiscal, seguimos sin ver ninguna medida dirigida a dar pasos para redistribuir la riqueza. Como creyentes en un Dios de los pobres, afligido por el abismo cada vez mayor entre pobres y ricos que estamos construyendo, apostamos por animar a los afectados por estas reformas tan insolidarias e injustas, a que lo expresen públicamente, respondiendo a las únicas organizaciones que parece que perciben el daño que se está produciendo ahora y a las nuevas generaciones.
Y, por último, porque la reducción drástica del gasto público, como única manera de equilibrar los presupuestos, va a tener unas repercusiones muy severas en términos de equidad en el futuro. Los servicios públicos de los que disfrutamos, ni han existido siempre ni va a durar siempre a este paso. Cuando los centros educativos, los centros de salud, los hospitales, las pensiones, los subsidios por desempleo, la administración local, los servicios sociales, etc se vayan descapitalizando, los que sufrirán los recortes van a ser los que no puedan pagar esos mismos servicios privados, es decir los pobres. Nosotros apostamos por unos servicios públicos de calidad, eficientes y para todos.
Ya nadie habla de los pobres, aunque en el conjunto del estado tenemos ocho millones por debajo del umbral de la pobreza y, de éstos, dos millones en situación de pobreza extrema. Parece que todos los discursos y reclamos electorales van dirigidos a la clase media y a satisfacer a los mercados. Pero nosotros seguimos apostando por los empobrecidos por un sistema económico que se ensaña con ellos, que tuvo unos años de cierta mejoría por la burbuja inmobiliaria, pero que en cuanto ha venido la crisis económica, de nuevo busca soluciones injustas. Y esta apuesta la hacemos en comunión con la Doctrina Social de la Iglesia, que se pone del lado de los empobrecidos, como subraya Benedicto XVI en Caritas in veritate: “La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política”.

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